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Por los dos. Por nuestra complicidad. Por nuestras tonterías. Por nuestras ganas de vivir la vida. Por nuestro esfuerzo cada día. Por nuestro día a día. Por nuestros momentos. Por nuestros pequeños instantes. Por nuestros pensamientos. Por nuestros sentimientos.

Por ti. Por cada sonrisa. Por cada mirada. Por cada abrazo. Por cada caricia. Por cada beso. Por cada vez que me coges de la mano o de la cintura. Por cada risa. Por cada susurro.

Por otro año más. Por más besos, caricias, abrazos, miradas llenas de dulzura y complicidad. Por más detalles, salidas, entradas, escapadas y bailes. Por vivir más momentos junto a ti. Por más amor.

Gracias por compartir (más) de un año conmigo. Te quiero, te adoro, te amo.

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Mar de lágrimas

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Un día cualquiera bajo el caluroso sol de Málaga, bajo aquella sombrilla de rayas azul marino y blanco veraniego por donde corría una leve brisa dispuesta a estremecer mi cuerpo ante ese pequeño cambio de temperatura. Yo seguía leyendo Adulterio de Paulo Coelho, aunque apenas tenía la misma carisma que Once minutos, Veronika decide morir o El vencedor está solo.

A pesar de la brisa, decidí acercarme a la orilla y sentarme. Necesitaba que las olas del mar hicieran su primer contacto con mi piel. Me di cuenta de que la playa estaba prácticamente desierta. Solo había una familia, algunas parejas y deportistas que corrían por la arena. Sentada en la arena me fijé en una chica que paseaba lentamente, cabizbaja, sin rumbo. Su cabello era castaño y se le enredaba con cada movimiento contra el viento. Lucía un vestido blanco largo, pero no le importaba que el agua mojara la parte de abajo. Se dio cuenta de que yo obstaculizaba su camino, pero no siguió como yo creía. Se paró a un escaso metro de mí y miró el mar.

Nunca he visto una mirada tan profunda ni nostálgica como aquella. Podía llegar a ver la conexión que la enlazaba con el mar, pero no lo que estaba pensando. Su gesto cambió. No dejaba de morderse el labio y sus ojos cada vez eran más cristalinos. Me fijé en sus pies, rojos y doloridos por las piedras que pisaba durante el camino. Parecía estar deshecha tanto por dentro como por fuera.

Comenzó a andar mar adentro, pero esta vez su movimiento era más pausado. Se estremecía con cada ola, con cada paso hacia la profundidad, con el continuo contacto con el mar. Parecía pertenecer al mar, como una sirena. Se dio la vuelta y se dejó caer, ahogándole una ola. Sin embargo, la ola solo ocultó las lágrimas que descendían de sus ojos cerrados, y acabó derrumbada en su propio mar de lágrimas.

XV

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Cendal flotante de leve bruma,
rizada cinta de blanca espuma,
rumor sonoro
de arpa de oro,
beso del aura, onda de luz:
eso eres tú.

Tú, sombra aérea, que cuantas veces
voy a tocarte te desvaneces
¡como la llama, como el sonido,
como la niebla, como el gemido
del lago azul!

En mar sin playas onda sonante,
en el vacío cometa errante,
largo lamento
del ronco viento,
ansia perpetua de algo mejor,
 ¡eso soy yo!

Yo, que a tus ojos, en mi agonía,
los ojos vuelvo de noche y día;
yo, que incansable corro y demente
¡tras una sombra, tras la hija ardiente
de una visión!

Gustavo Adolfo Bécquer

Feliz primer encuentro

Puede ser que no nos esperábamos
ni en aquel momento, ni en aquel lugar,
y muchísimos menos en aquellas circunstancias.

Quizás, por eso, ahora no nos podemos ir ni despegar el uno del otro.
Quizás, aunque explote el sol o se inunde la tierra, el universo desaparece ante tus ojos.

Porque lo bonito de todo esto es ver que el amor, la confianza, el cariño, la magia y la sorpresa siguen ahí, cuando abres los ojos y me miras tan dulcemente.
Porque lo bonito de todo esto es ver que la complicidad, la felicidad, la fortuna y la eternidad siguen ahí, cuando me dedicas esas sonrisas que me hacen temblar.

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Te besaré en la luna y en los mares,
te besaré en las auras y en las flores,
y engendrados en púdicos amores
serán tus fecundísimos cantares.
(Carolina Coronado)

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Dos cafés

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Tú negro y yo blanco;
yo calor y tú frío;
tú nata y yo chocolate;
yo tuya, tú mío.

Y es que a pesar de las diferencias, de los malentendidos, de la distancia, siempre nos unirá el amor. Porque yo te siento cuando sueño, dentro de mis ilusiones, mis latidos, mi mirada y mi sonrisa, pero sobre todo en mis letras. Quiero ser la persona que las cree, que te ilusione y que te haga inmensamente feliz, igual que tú haces conmigo. Gracias por existir.

Mirror

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Un espejo. Eso somos el uno del otro. Eso es lo que vemos en realidad cuando estamos frente a un espejo. Pero, recuerda, en verdad no es así del todo.

Cuando me encuentro con mi reflejo, te veo a ti, ocupando mi lugar, pero también a mi lado. Es entonces cuando miro a mi izquierda o derecha y no te encuentro, pero en el espejo sigues apareciendo. Si me acerco, el espejo me impide tocarte. Aun así, siento que te acercas, que me envuelves con tus brazos. Y es ahí cuando te siento.

Pero es mejor cuando estamos los dos frente al espejo. Ahí ves muchas cosas. Su mirada refleja amor, su sonrisa felicidad. Y de repente empiezas a viajar en el tiempo y nos encontramos más mayores, con más personas, con ropa muy diferente, con un fondo que cambia en cada parpadeo. Veo un futuro juntos, un magnífico futuro a tu lado del que no me quiero despegar.

Desde el más minúsculo detalle de tu cuerpo hasta los versos de tus besos

Suelo pensar lo mucho que me ha cambiado la vida en estos últimos tres meses, y sé, que ahora soy feliz por una persona que ha entrado en mi corazón que es la dueña de este blog.

Le debo muchísimas cosas, la más importante, el amor incondicional que me ha dado. Sinceramente, no me hubiera esperado enamorarme tan profundamente de ella en tan poco tiempo.

No creo que exista mejor persona para acompañarme en mi vida y espero y deseo que esto no cambie por nada del mundo.

Quiero ser siempre feliz junto a ti.

Te necesito entre mis brazos.

Rafa.

17/07/14

 

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